Kim Ji-young, nacida en 1982, es una mujer que, de pronto, comienza a hablar con distintas voces —todas mujeres—. Su familia política, más molesta que preocupada por Kim, quien servía de vocera de otras mujeres que reclamaban a la sociedad lo injusta y violenta que había sido con ellas, de una u otra forma esperan que su hijo, el esposo de Kim Ji-young, resuelva esta conducta “enferma”, porque incomoda lo que ella expresa en su nombre y en el nombre de todas las mujeres en una nación desigual, donde el género marca desde el nacimiento un destino maravilloso —de poder— o uno trágico y de dolor.
En la historia de vida de nuestra protagonista, esta les cuenta a sus padres y a su profesora, durante la infancia, cómo es molestada constantemente por un niño de su clase; a lo que, por toda respuesta, le dicen que así son los niños, “ellos molestan a las compañeras que les gustan” le dice la docente, sin mencionar que le piden que ella tenga consideración de su compañero, en otras palabras que tolere la incomodidad, la violencia, porque las intenciones de él “son buenas”. Otro suceso ocurre en el trayecto de regreso a casa y un joven (conocido) la acosa en el transporte público. Una mujer se percata de lo que ocurre y la salva, “la culpa no es tuya”, le dice. Esto le quita un gran peso de encima a Kim, pues el joven la responsabilizaba a ella del acoso, por el simple hecho de haber sido amable con él. Estas solo son algunas de las muchas experiencias que vive Kim como mujer en Corea del Sur, lo cual no sería muy distinto si hubiera nacido y crecido en México.
En 1999 se promulgó una ley que prohibía la discriminación de género y en 2001, cuando Kim cumplió 19 años, se fundó el Ministerio de la Mujer en Corea del Sur. En México se promulgó en 2003 la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, sin embargo, no fue sino hasta 2006 que se creó la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres. Tuvo que pasar un año más para que se promulgara en 2007 la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
Como podemos darnos cuenta, ambos países tienen muy pocos años que han comenzado a poner la lupa legal en las leyes que protegen a las mujeres. No obstante, en la práctica y en el entorno social hay una brecha muy grande que garantice efectivamente una vida libre de violencia para todas, sea en Corea del Sur, en México o en el mundo entero.
A pesar de que el mundo ha estado cambiando, Kim Ji-young tuvo acceso a una educación universitaria, pero al no haber condiciones laborales dignas para las mujeres, ni un salario justo o un cambio en los roles de género, el destino de Kim, como el de la esposa del psiquiatra que la atiende —otra mujer brillante que también dedicó parte de su vida a la medicina— será el de renunciar a su trabajo y hacerse cargo de sus hijos y su familia.
Corea del Sur ha ascendido como un país con un gran auge económico que exporta al mundo su tecnología en las telecomunicaciones, autos, electrodomésticos, computadoras, etc., pero la vida de las mujeres no ha cambiado tanto. En México las cosas no son, ni serán distintas mientras no mejore el tejido social y se repare toda la violencia y opresión que ejerce hacia las mujeres. Decir que ahora pueden votar y ser votadas, que pueden estudiar y ser lo que quieran ser, cuando a la vuelta de la esquina te violan o te matan, solo por el hecho de ser mujer, o que desde niñas se viva toda clase de abusos por parte de sus propias familias hace que todo eso solo quede en buenas intenciones. Muchas —al igual que Kim Ji-young— terminarán estudiando y renunciando a crecer profesionalmente o elegirán entre la maternidad y su carrera laboral, porque es complicado que ambas cosas ocurran en un sistema desigual, donde la mayoría vivirá convenciéndose de que era lo que deseaban, que era “lo mejor”, para no enloquecer con las voces internas de su madre, su abuela y de todas las mujeres de su linaje que corrieron con la misma suerte, pero en distintas épocas.
Kim Ji-young habla por todas las mujeres: de Corea del Sur, México y el mundo. Espero que este 25 de noviembre, que es el Día Internacional para Eliminar la Violencia contra la Mujer, todas esas voces resuenen fuerte, resuenen alto, resuenen dignas, porque parte del cambio es ESCUCHAR TODO LO QUE ESAS VOCES TIENEN QUE DECIR.
#ÚNETE PARA PONER FIN A LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES